Me pregunto qué extraño poder tiene sobre nosotros, profesionales de la información, bibliotecarios de corazón, esta profesión nuestra.
Llegan las vacaciones y uno comienza su viaje con los clásicos nervios en la tripa, con expectación y un claro deseo de ver, oler, degustar y descubrir.
Y llega a su destino, se convierte en un turista más a la caza y captura de la foto más deseada, buscando conversaciones y escuchando la vida en ese lugar todavía desconocido.
Pero algo, en algún momento del viaje, te arrastra siempre hacia el mismo sitio, a buscar la biblioteca. La más antigua o la más moderna de la ciudad. Y te sorprendes sonriendo mientras observas a los compañeros de profesión, mientras ves los libros en las estanterías, con sus tejuelos, con sus códigos de barras. Y el carrito de los libros, y el chaleco de «bibliotecario en prácticas».
Es imposible no sentirse como en casa, aun estando quizás en la otra punta del mundo.
Qué extraño poder tiene esta profesión… y cuántas fotos de bibliotecas junta uno a lo largo de su vida.
Que tengáis buena semana!



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