Nancy Pearl es una bibliotecaria feliz. Se le ve en su sonrisa. Somos muchos los que tenemos una imagen suya presidiendo nuestras estanterías, junto a nuestra colección profesional; en mi caso, delante de las reglas de catalogación en dos volúmenes, la CDU granate y los escuetos encabezamientos para bibliotecas públicas, que uno tiene su edad. Nancy nació para ser bibliotecaria. Ella cuenta que ya lo sabía con diez años. Lo que no sé si sabía es que, a diferencia de las niñas que querían su Barbie, ella es su propia Barbie. Sí, porque Nancy Pearl tiene su propia muñeca, vaya, que ella es el motivo de una «action figure», concepto que por estas tierras superó al de Madelman. En realidad, Nancy tiene dos modelos de muñeca, la tradicional, como es ella, con su pinta de monja seglar convencida de su misión, y el modelo «deluxe», que viene con muchos más accesorios, incluido un OPAC, pre 2.0, por supuesto; incluso pre Z39.50, diría yo.
Pero que esta Nancy mole más que la Nancy que tenían mis hermanas se debe a lo que representa. Nancy Pearl ha sido todo en la biblioteca pública de su ciudad. En Seattle todo el mundo sabe quién es Nancy Pearl, porque, a su trabajo como bibliotecaria, se une el de promotora de la lectura, de comunicadora en medios, de diseñadora de grandes proyectos lectores. Y todavía sigue en ello. Desde su web continúa con sus pasionales recomendaciones (Book lust y Book Crush), con su wiki, su directorio de blogs literarios, su lista de distribución, sus giras de presentación de buenas lecturas. Lo dicho, una bibliotecaria de lujo.


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